SEÑORITAS DE PUEBLO
Carlos Arniches en Los caciques, publicada o representada en 1920, menciona, con unción y afecto, a las señoritas de pueblo. Dos personajes, Cristina y Alfredo, conversan. La primera reconoce no ser más que una señorita de pueblo a lo que Alfredo responde: “La señorita de pueblo siempre me ha inspirado a mí una viva simpatía”, y continúa:
Cuando en mis viajes he visto paseando por los andenes de las pequeñas estaciones, esos grupos de muchachas cogidas del brazo, me ha parecido siempre adivinar en la mirada de sus ojos dulces el cansancio de la vida monótona, y es su triste sonrisa el anhelo de una existencia mejor. ¡Con qué resignada melancolía miraban alejarse el tren!...A mí, te digo, que me daban ganas de cogerlas a todas en un puñado y llevarlas a otro mundo, y a otra vida que valiese la pena de vivirse, fuera de aquel estrecho ambiente pueblerino, egoísta y brutal, que sólo ellas encantaban con el hechizo de su juventud.
Creo que ya no hay señoritas de pueblo. Los personajes y los tipos humanos de esta representación, o de este espejismo, que es la vida cambian o son olvidados hasta que desaparecen. Aunque quizás, quién sabe, no todo se haya perdido y quede, donde menos se piensa o espera, un rescoldo de esta manera decorosa de estar en el mundo. Y ante la que yo me quito el sombrero.
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